En este año celebrativo del IV Centenario de la muerte de San Camilo, con gusto evoco un aspecto de la vida de nuestro Fundador.
Dice el Pronzato: “Sostengo que una de las intuiciones más brillantes de este “genio de la caridad” es la de haber introducido, en la asistencia a los enfermos, la idea de belleza. En su escuela no se aprendía solo un oficio, el sentido del deber, sino que era afinado, “educado”, el gusto artístico de los aprendices: saber escuchar, saber ver, saber distinguir los perfumes, saber moverse sin arrastrar los pies sino con pasos de danza. El servicio, n como obligación dura y pesada, y ni siquiera como “cosa buena”, sino como “cosa bella”.
De esta manera, Camilo rescataba y redimía una caridad descuidada, sombría, chabacana, enojada, grosera, gruñona, complicada, chapucera, introduciendo en ella chorros de luz, de colores, de notas alegres, de perfumes… Su utopía lo llevaba a transformar el hospital en un jardín, a reconstruir su condición paradisíaca.”
Estas palabras rescatadas de la descripción de nuestro Fundador, deseo que sean hechas vida por nosotros, por los líderes, por los equipos, por quienes realizan ingresos, quienes atienden en la cotidianeidad, quienes limpian cada día, quienes enseñan, quienes lavan o reparan lo que se rompe… por todos. Disfrutemos haciendo bello nuestro trabajo, compañeros. Por ellos y por nosotros, por la “comunidad de San Camilo” que formamos entre todos los que estamos en el Centro San Camilo de Tres Cantos, Madrid.
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