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Quijotes humanizando

Autor: José Carlos Bermejo Higuera

Año publicación: 2008

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Liberar al mundo del mal. Ese era el objetivo de Don Quijote. Eliminar la opresión, desfacer entuertos, liberar a las doncellas, humanizar. Así llevamos también nosotros cien números ya de nuestra revista Humanizar. No sé si liberamos alguna doncella, desfacemos algún entuerto y eliminamos alguna opresión, pero ese es nuestro ideal, esa es nuestra misión, en palabras de Cervantes.

Don Quijote de la humanización

Sí, desde el comienzo de la novela de Cervantes, vemos la creación de su humanístico personaje, un ser diferente que a los ojos de los demás parecía un loco. Fueron los libros, el conocimiento y el amor por la humanidad los responsables de aquella hermosa locura, que era capaz de transformar lo feo en hermoso, lo malo en bueno, lo injusto en justo y hasta corregir a la humanidad y enderezar “entuertos”. Don Quijote era libre para ser caballero andante, para escoger sus armas y para darle un sentido mesiánico a su vida, aún en plena madurez, y fue libre para la acción, porque entendía que el hombre se realiza en pos de sus acciones a través de ellas y por ellas mismas. Era libre y por eso atacó a los “molinos gigantes”.

¡Qué agradecido estaría Dios si liberara al mundo de tanto rufián, de la vanidad, del odio, del orgullo, de la hipocresía, del maltrato y de la inercia! ¡Con qué valentía se enfrentó a aquellos “gigantes del mal”, él solo, con su espada vieja y rota y llevando como bandera su amor por la humanidad, su genuino deseo de transformar el mundo en uno perfecto, lleno de justicia y de libertad.

Si el hombre no tuviera ideales, si no tuviera Dulcineas-personas que encendieran de pasión los ideales, de seguro desaparecería toda razón de vida y no tendría una segunda oportunidad sobre la faz de la tierra.

La revista Humanizar

No, no ha sido tan osada. No ha derribado “molinos gigantes” del mal existente en el mundo de la salud y de la exclusión social. No ha conseguido desfacer tantos entuertos en los espacios de sufrimiento, muchos de ellos evitables No ha enderezado los caminos tortuosos de la deshumanización. Pero se mantiene libre y en camino.

Allí donde muere un hombre a manos de otro, allí donde muere un ser humano por la voluntad o la negligencia de otros, donde los poderosos cierran sus ojos ante el destino de los humildes, donde los humildes cierran sus ojos ante el destino de los poderosos, donde maneras distintas de pensar no pueden convivir; allí donde para que unos vivan se necesita que otros mueran, allí no hay humanización. Hay gigantes del mal a los que abatir. Y se abaten también con la palabra y la imagen que generan cultura, que estimulan al bien, que construyen red.

He visto la revista Humanizar  a lo largo de estos cien números, en los contextos más variados. En el control de enfermería de los hospitales más punteros en tecnología, en manos de algún “Sancho Panza” médico humanista, en las comunidades religiosas –libres de tantas cosas- que generan semillas de humanidad en tantos rincones del mundo. He visto hojas sueltas de la revista en tablones de anuncios de los hospitales más pobres que uno pueda imaginarse. He encontrado viñetas humanizadoras en los power point de los más variados congresos en oriente y occidente. He comprobado cómo algunos fármacos de la botica de san Camilo han circulado por facultades de medicina, de enfermería, por las paredes y los corazones de los más variados lugares y personas.

Como Don Quijote, ha viajado libremente y libre se mantiene. ¿No crea quijotes cada edad en política y religión, buscando transformar el mundo, liberarlo de la deshumanización? ¿No es cierto que leyéndolo, cuando nos compadecemos de él, reflexionamos sobre nuestras propias decepciones; y cuando nos reímos, nuestros corazones nos informan que no es más ridículo que nosotros, excepto que él dice lo que sólo hemos pensado? La separación entre la ficción y la realidad no era tan ancha como a veces preferimos creer. ¿No hacen falta más quijotes de la humanización?

La palabra Humanizar

La figura de Don Quijote se ha convertido en un mito que en muchos casos suplanta al libro. Los contemporáneos de Cervantes acogieron su lectura inicial como una novela de risa. El estudio sistemático de esa burla proporcionó una clave para estimular la intuición de investigadores e intelectuales que llegaron a descubrir el universo general presente en la obra.

La palabra humanizar es la cabecera de una revista. Pero se ha convertido en un lema para cada vez más personas y organizaciones. Contribuye a definir la misión de organizaciones, aparece en los espacios de generación y difusión de conocimiento específico de profesionales de la salud y de la acción social, es aplicada a los más amplios espacios (¡Dios mío, hasta a la guerra!), se exploran los diferentes ámbitos de desarrollo, se buscan indicadores, se hacen planes en los hospitales, se crean comisiones con su nombre…

De las primeras ideas –y todavía existentes en algunos- sobre la humanización, hemos ido viendo su cambio, su consolidación. Hoy se presenta sin tapujo alguno en la sanidad pública, en las directrices de los más variados grupos relacionados con el mundo del sufrimiento y la vulnerabilidad humanos. Ya no nos conformamos con una relación cálida y afable en las relaciones de ayuda. Aspiramos a políticas humanizadoras de protección social, universidades que preparen humanamente a los futuros médicos, enfermeros, trabajadores sociales… Deseamos una gestión humanizada de los programas y servicios. Anhelamos estructuras de cuidados a la medida de la condición humana. Queremos ser tratados siempre humanamente, personalizadamente, y de modo muy especial, en la estación del sufrimiento.

Después de cien números de esta revista, yo sigo soñando. Ya no sueño de la misma manera que al principio. Se me han ido introduciendo figuras nuevas en mis sueños, he ido viendo nuevos “gigantes molinos”. Veo el mundo sediento de humanización, veo la medicina en tantos lugares carente de alma, la enfermería haciendo carrera y amenazada de pensamiento centrado en la evidencia, veo exclusión y marginación y sus repercusiones en la salud, encuentro demasiado sufrimiento causado por dolor emocional y espiritual. Asisto a  un proceso de deshumanización.

Sueño y sigo soñando con esta sección sobre relación de ayuda y hablo en plural y se me expande el corazón: ¡son tantas las relaciones de ayuda que es necesario desplegar! Ya no es sólo la relación médico-paciente. No. Es el mundo de las relaciones, el mundo del sufrimiento (no sólo de la enfermedad), el mundo de la promoción humana (no sólo de la salud), el mundo de la familia (no sólo de los trabajadores sanitarios), el mundo de la educación (no sólo de la formación reglada)… es el mundo el que necesita relaciones de ayuda para construir un mundo más humano.

Paracelso, hijo de médico, que conocía muy bien los clásicos médicos, y que fue incapaz de aceptarlos sin crítica decía: "El grado supremo de la medicina es el amor. El amor es lo que guía el arte y fuera de él nadie puede ser llamado médico. Hablar y decir buenas palabras es oficio de la boca. Ayudar y ser útil es oficio del corazón. El médico procede de Dios, crece en el corazón, se perfecciona con la luz natural de la experiencia. En ningún sitio es el amor más grande que en el corazón de un médico".

Quizá hoy, ante la contemplación de tanto sufrimiento injusto, estamos llamados a sabernos sanadores, “médicos del corazón”. Habrá que despertar nuestro médico interior, ese en el que el amor es “más grande”.

 

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