Mató a Abel. El remordimiento definía su duelo. Mons. Santiago Agrelo, obispo emérito de Tánger (Marruecos), escribe recientemente: “Desde siempre, cada día, en ese campo que es la tierra que Dios nos ha dado para que la cultivemos, se consuma de muchas maneras el crimen de Caín contra su hermano Abel.
“Tú sabes, Iglesia de Cristo, que eres madre de todos, de Caín y de Abel, y que a todos has de amar. Tú sabes que has de guardar la memoria entrañable de Abel, y que has de luchar para que el justo castigo del crimen cometido no te arrebate también a Caín. Es el hijo que te queda, es el único que todavía puedes buscar, es el que todavía puedes salvar.
El Señor resucitado, tu Rey, el que te ha confiado la bellísima y dolorosa misión de luchar con todas tus fuerzas para proteger la vida de Abel, te pide que no te rindas jamás a la tentación de abandonar a su suerte la vida de Caín. Y si alguien te dijere que amar de esta manera es cobardía o locura, dile que tu misión en la vida es esa locura de amor. La fuerza de ese amor te llena de esperanza”.
Humanizar también pasa por atender a los victimarios, elaborar estrategias de integración, de acompañamiento, de recuperación de los valores del respeto, de resiliencia que permita sacar algo bueno, de desarrollo, desde el trauma, incluso el creado por uno mismo.
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