Los actores que intervenimos en el final de la vida, acompañando a vivir el morir con dignidad, como somos el mundo de los cuidados paliativos, sabemos bien que el éxito está en la complementación de las multidisciplinas en un buen trabajo interdisciplinar.
“La muerte es dulce, decía Camilo José Cela, pero su antesala es cruel”. Por eso, en muchos -muchísimos- casos, morir en casa es un tópico que se queda en palabras y, en la práctica tiene un precio de morir mal. Como mucho, síntomas controladas, de manera limitada, porque las visitas presenciales o las conversaciones telefónicas son muy limitadas.
Quizás es preciso revisar el tópico de que morir en casa sea el ideal. Puede serlo para algunos, que cuenten con recursos -de todo tipo- para la buena atención multidisciplinar, pero no para la mayoría. Toca revisar las políticas de gestión de la atención de los cuidados paliativos. Las diferentes Unidades nacidas -sobre todo de la iniciativa privada religiosa-, han de ser más puestas en valor, aprovechadas, bendecidas, y, ante todo, usadas.
Tenemos la suerte de que no curamos a nadie, y esto nos hace bien, pero tenemos un arsenal de conocimientos, experiencia, procedimientos y personas competentes, que hacen que hoy, las Unidades de Cuidados Paliativos sean una opción necesitada también de la bendición y del conocimiento de quienes, no sabiendo, puedan tener prejuicios.
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