¡Claro, claro, no hagamos todo lo que se puede! ¡Faltaría más! Pero la tentación de tirar de todo lo que está a nuestro alcance en medio de la cronicidad, la terminalidad o la incertidumbre que tanto genera el mundo de la enfermedad, es grande.
Introducir en la toma de decisiones el concepto de calidad de vida es, cuanto menos, imprescindible. Las consecuencias de muchas intervenciones y procesos que están a nuestro alcance, no son más que un estiramiento del sufrimiento, un alargamiento de la vida en situaciones tan limitadas que huele a tecnología fútil que tira para atrás.
La limitación del esfuerzo diagnóstico y terapéutico es una buena praxis de salud mental de los profesionales y de la cultura. También esta puede enfermar y, en torno al paciente crónico complejo -o complejísimo- y avanzado, es grande. No todo lo que se puede está indicado. Es obvio, pero no es fácil renunciar a ello. La sociedad, empezando por las facultades de medicina y las empresas farmacéuticas, hemos de analizar las motivaciones para humanizar sin colonizar tecnológicamente
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