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Humildad y gestión

Es hermoso ver cómo algunos expertos en gestión proponen el verbo humanizar. También en el liderazgo. Se busca la centralidad de las personas, la escucha, el diálogo, la participación, dentro de las organizaciones y empresas. Se invoca una y mil veces la importancia del reconocimiento y refuerzo positivo, la delegación de poder y confianza en la responsabilidad, y no pocos valores que contribuyen al respeto y promoción de los miembros de los equipos.

Pero no me encuentro con propuestas que invoquen la bondad de la humildad. Sí, la humildad, al gestionar, al presidir una reunión, al coordinar una actividad, al manejar la información. Un afán de poder puede esconderse detrás incluso de los que manejan e intentan socializar propuestas humanizadoras. Y, me da que no hay humanización sin humildad. Tienen la misma raíz. Como no la hay sin honestidad, sin transparencia, sin generosidad en la información.

Porque la eficiencia operativa y el logro de los objetivos, el desarrollo personal y profesional de los miembros de una organización, pueden esconder una falta de prudencia, que se traduce en humildad. La verdad se abre caminos. Ser humilde en el trabajo no consiste en quitarle importancia a los logros conseguidos, sino ser capaz de reconocer fortalezas y debilidades, también personales. Humanizar y humildad, siempre hermanas.

 

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