A base de insistir en la humanización en salud, la fundamentación se deslavaza. No son pocos aquellos para los que humanizar es promover la autonomía del paciente, su protagonismo en las relaciones profesionales, su empoderamiento. Y, llevados al límite, su empoderamiento también en la gestión del morir, viendo algunos en la eutanasia uno de los mayores éxitos de humanización de la asistencia sanitaria.
Se nos ha ido la mano con el paradigma principialista americano en bioética. Se nos ha ido la mano al dejar de lado el fundamento de la humanización, que no es otro que la vulnerabilidad, de la que nace la dignidad, a su vez fundamento de los derechos humanos.
Humanizar la asistencia sanitaria no es solo, ni tanto, promover el respeto por la autonomía del paciente (¡que sí, que sí!), cuanto elevar la conciencia de la radical vulnerabilidad de todos para vivir, y, más aún, para vivir sanos. Necesitamos unos de otros. Frágiles como son algunos, vulnerables como somos todos, no vivimos si no somos cuidados. Humanizar es cuidar. Cuidar en la vulnerabilidad con la dignidad propia de ser personas. Repensemos la humanización.
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