Una nueva ley debe ser para la sociedad un momento para debatir. Especialmente si, para algunos, les va la vida en ella. Pues la votación de los diputados, el 17 de diciembre de 2020 a favor de la Proposición de Ley Orgánica de regulación de la eutanasia, en plena pandemia es, cuanto menos, un robo a la sociedad, un escándalo.
Estamos escuchando todavía las sirenas que invitan a estar atentos para prevenir por la pandemia, atentos para que no se nos mueran los más frágiles. Estamos teniendo miedo a posibles descuidos que puedan generar muerte evitable y … a la vez, nos atrevemos obscenamente, a aprobar una ley a favor de la eutanasia.
Sin pedagogía, sin salto de progresión, sin tener satisfechas las necesidades de cuidados paliativos, sin argumentación seria, justificándolo a partir de encuestas que no sabemos si lo que miden es un “a favor de la eutanasia” o un “a favor de no sufrir por sufrimiento evitable”, en medio al analfabetismo ético en el manejo de los términos implicados, al amparo de un mal uso de la palabra dignidad, nuestro País sigue el proceso de legalización de la eutanasia. Como si solo fuera digna la muerte de la que se decide cuánto tiene que suceder. Penosa confusión del “no quiero sufrir” con el “que me ayuden a morir”. José Carlos Bermejo ha publicado sobre este tema el libro "No quiero sufrir" en la editorial Sal Terrae.
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