Vive en cierta ‘fatiga pandémica’, como muchos de los que se han entregado, hasta enfermar, en la primera y la segunda ola del coronavirus. “A nivel de centro, ya nos ha llegado la segunda ola”, revela, en esta conversación con RD, José Carlos Bermejo, provincial de los camilos y alma mater del Centro de Humanización para la Salud de la orden en Tres Cantos, que durante años ha sido pionera en el cuidado de los que más sufren, especialmente quienes se encuentran en situación terminal.
Su hospital cuenta, incluso, con un ala dedicada a estos enfermos, y a sus familias, para que puedan ‘bien morir’, sin sufrimiento y rodeados de los suyos. Por todo ello, y por su experiencia de más de tres décadas, reconocida mundialmente, Bermejo puede hablar, con conocimiento de causa, y con autoridad, sobre la futura ley de Eutanasia cuyo proyecto de ley, previsiblemente, se apruebe esta semana en primera instancia en el Congreso de los Diputados. Una ley que, para el religioso, resulta “obscena”. ¿Por qué? Pasen y lean.
¿Cómo estáis viviendo estos meses tan duros?
Es largo el proceso de recuperación, ya nos ha llegado la segunda ola, a nivel de centro. Yo sospecho que vendrá un tercer golpe, además del golpe sostenido que es la incertidumbre y el impacto que tendrá, y otros nuevos impactos. Como, por ejemplo, la escasez de enfermería en los próximos meses y años en España, que va a afectar a los centros de mayores.
¿A qué te refieres?
A que no hay enfermeros para cubrir bajas Los enfermeros y enfermeras están recibiendo ofertas de trabajo más beneficios para ellos. Y en los centros de cuidados a mayores, de iniciativa privada concertada, las posibilidades de pagar son menores.Vamos a encontrar una dificultad, que la van a pagar las personas mayores... Es una realidad española, portuguesa... está habiendo migración de estos profesionales a otros países, algunas universidades están buscando ‘inmigración’, por ejemplo de Chile....con promesa de entorno laboral. Veremos.
-En estos tiempos de pandemia estamos viviendo ‘daños colaterales’, que todavía no acertamos a advertir, que veremos con dureza en los próximos años... No sé si llamarlo ‘daño colateral de la pandemia’, pero hay temas como la inminente aprobación de la ley de Eutanasia en España, que se está criticando por el fondo, y la forma. ¿Es verdad la falta de consenso? ¿Es verdad que no se os ha consultado a los expertos en cuidados paliativos?
Cuando se habla de eutanasia, lo primero es traer al corazón y la cabeza a los protagonistas, que son los que sufren y no encuentran sentido a su vida porque el dolor se les hace insoportable. Los protagonistas no deberían ser los partidos políticos, sino lo que la ley llama ‘contexto eutanásico’. Aprobar ahora una ley me parece obsceno cuanto menos. Ni siquiera por el hecho de estar a favor o en contra, sino porque llevamos casi un año diciendo que los frágiles se pueden morir por falta de cuidados... Hacer una ley en este entorno de sirenas todavía encendidas, para decir que quien se quiera morir, ya lo tiene en la ‘cadena de servicios’... sin minimizar el dolor, me parece obsceno.
Quien quiera subrayar el principio de autonomía, debemos danos cuenta de que nuestra autonomía es relacional. La pandemia nos ha demostrado lo interdependientes que somos para proteger la vida y conservarla, y que somos corresponsables para cuidarla. En estos momentos una ley de este tipo es un insulto al sentido común, y un secuestro a una dinámica natural, que es promover el debate y la escucha recíproca.
Acelerar este proceso responde a unas estrategias de las que cabe dudar de su sinceridad en relación con los contenidos de la ley. No está habiendo debates, son escasísimos... Es un insulto a la sociedad, porque la sociedad tiene que debatir. Los políticos no pueden trabajar sin los filósofos, sin la ciudadanía, con unas encuestas que no son todavía en profundidad: a ver si la gente está queriendo decir que lo que quiere es no caer en el encarnizamiento, humanizar...
-En estos temas hay una confusión de términos: eutanasia, muerte digna, encarnizamiento... metemos todo en el mismo saco. Uno no sabe si esta ley favorece la eutanasia, el suicido asistido, los cuidados paliativos....
Hay una cuestión que no suelo tocar, pero en este momento la percibo con meridiana claridad. Dentro de los grupos políticos no hay un posicionamiento único, y se está fingiendo que sí. Por los intereses que sean y que a mí se me escapan. Pero claro que se puede ser de izquierdas y estar en contra, por razones filosóficas, antropológicas o religiosas, porque la vida es un regalo, toca más cuidarla que gestionarla... El argumento más fácil de utilizar es el de que la sociedad lo pide: eso es un gran error.
-A menudo, este debate se toca con imágenes e historias personales, de personas que, llegado el momento de un sufrimiento insoportable, en una enfermedad incurable o demás, quieren tener la última decisión sobre el destino de su existencia. Y eso no sé si resulta difícil de objetar, pero es un argumento que se puede comprender: querer evitarse a sí mismo un sufrimiento indecible, y también a la familia, a los que se quedan...
Hay varios temas. Uno, el de la persuasión. Habría que diferenciar entre persuadir y manipular. El uso de situaciones dramáticas, excepcionales, que trabajan por reivindicar una posición y la contraria.... Los ‘predicadores’ sobre este tema, que utilizan casos concretos, están deslizándose más hacia una manipulación. Hay que escuchar más a los filósofos, no sólo a los fotógrafos de la actualidad. La transición del mundo de los deseos al de los derechos no siempre se puede sostener.
-¿Se puede trabajar por unos cuidados paliativos y, a la vez, trabajar para que aquella persona, a la que le resulta insoportable la vida, pueda encontrar una solución?
Además de preguntarnos si estamos haciendo todo lo posible, tendremos que ver si hay alternativas posibles a la muerte. La atracción que la muerte va a tener después de esta ley para los frágiles, creo que se nos está escapando de la visualización en este proceso.
-¿Qué es lo peor de esta ley?¿Qué puede suponer?
Va a suponer un conflicto social muy grande, una transformación del concepto de ser médico (durante toda la historia de la humanidad ha estado apoyada en el juramento Hipocrático); es un brindis al individualismo; puede ser una gran relajación del compromiso por cuidar; generará unos conflictos inmensos en las personas que no sean las que expresen directamente la voluntad, a ver cuándo, quién y por qué se ejecutarán las directrices...; y generará una dificultad para todas las instituciones que colectivamente se posicionan de manera contraria a esta ley a la hora de organizar servicios con la administración pública, porque no se refleja la objeción de conciencia institucional; finalmente, también generará una dificultad en la Iglesia, que ya se ha expresado en contra de cualquier complicidad o alineamiento, o trabajar con alguien que practique, o derivando personas a centros donde se practique.
Está sin estudiar el duelo post eutanasia... dejamos solos a los supervivientes. A mi juicio es un atrevimiento y una osadía, que responde más a intereses circunstanciales de alianzas políticas que a las verdaderas razones, que tendrían toda la legitimidad de argumentarse en debates filosóficos, en una dirección u otra. Me parece no sólo obsceno, nos falta hondura política para que éste sea considerado el mejor momento para una ley al respecto.
-¿Pero sería necesaria una ley a este respecto? En San Camilo tenéis un ala del hospital dedicada a las personas que están en sus últimos días. Durante demasiado tiempo nos ha dado miedo, como sociedad, abordar el final de la vida. ¿Puede que ahora, o después de la pandemia, sea el momento de afrontar qué poder hacer en estos últimos momentos?
Sí, la sociedad se ha movido en los últimos años. hemos llegado a tener siete leyes autonómicas que regulan el proceso de morir digno. Leyes generalmente muy buenas, que piensan en el morir tras una enfermedad grave, incurable... Esta ley piensa no sólo en este formato del morir, sino en otros escenarios...
-¿En la ley se tocan los cuidados paliativos?
Se supone que tiene que haber cuidados paliativos, pero no es una ley de promoción de cuidados paliativos, como lo es la de la Comunidad de Madrid, o las de Andalucía, Aragón, Galicia, Navarra... Esta es una ley que da un salto en el vacío, con una grandísima diferencia con el resto, que pretendían humanizar el final de la vida, quitar todas las confusiones que había a nivel terminológico, promover un final con sedación, sin sentimientos de culpa, con buena praxis... que evitara los encarnizamientos en los que pudimos caer. Ahora, la gran diferencia, a pesar de todo lo garantista que pretendidamente es el texto, lo que se hace es otra cosa totalmente diferente. Ya no podemos utilizar la expresión ‘Humanizar el final’, ahora es otra cosa: es transformar la cartera de servicios en salud de manera radical: te doy procesos diagnósticos, terapéuticos, y también te doy la muerte.... Es un salto al vacío impresionante.
Algunos ex líderes políticos también me han dicho que va a provocar una gran brecha en los grupos médicos. Ningún colegio profesional de médicos se muestra a favor. Las nuevas generaciones sí lo ven de modo diferente, es cierto. La ley va a tener problemas en su implementación. Será probable que muchos jefes de servicios, con músculo e histórico, y gerentes, tengan dificultades personales y profesionales para promover o facilitar que esta ley se implemente en su servicio.
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