Es el título de uno de mis libros sobre duelo. Como también “Orar el duelo” y otros. Me alegra haberlos escrito. Veo cómo ayudan a algunas personas a tomar conciencia del desafío de reinventarse, de integrar el trauma, de aprender a vivir como amputado, sin el ser querido fallecido.
Reinventarse, sí. No es ningún camino de rosas. Duele, duele mucho. Acompañar al final es una oportunidad para prepararse, para vivir enjundiosamente, para sufrirlo juntos, para mirar de frente a la muerte. Pero dolerse por la muerte es un camino que, con frecuencia, requiere alguna ayuda. Los libros también sirven: ponen palabras a lo que nos habita. Ayudan a salir de sí, a levantar la mirada y caminar, seguir viviendo, aprendiendo a vivir de nuevo.
Los Centros de Escucha que han nacido para acompañar a dolientes, individualmente y en grupos de mutua ayuda, son un gran bien para muchos. Echarle coraje y salir, caminar solidariamente: esa es la cuestión.
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