Ningún ayudante está sin vulnerar. Antes de emprender el camino a la relación de ayuda o durante él, aparece la propia herida, la propia vulnerabilidad, la propia fragilidad, más o menos identificada, más o menos reconocida, más o menos integrada. Aquel ayudante que niegue su propia sombra, será más atrevido e imprudente que sabio. Difícilmente será un buen acompañante del otro.
La metáfora, arquetipo, del sanador herido, encuentra fácilmente acogida en los oídos de cualquier profesional de la ayuda. Más difícil es empeñarse responsablemente en el abordaje, en el proceso de aprovechamiento, sanación; de modo que la herida se convierta en fuente de sanación, para uno mismo y para la persona acompañada.
Es cierto lo que decía Calderón de la Barca en "La vida es sueño", pero no lo es menos la pereza en sustentarse de las propias hierbas...
Cuentan de un sabio que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas hierbas que cogía.
¿Habrá otro, entre sí decía,
más pobre y triste que yo?;
y cuando el rostro volvió
halló la respuesta, viendo
que otro sabio iba cogiendo
las hierbas que él arrojó.
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