Presentando el "Informe sobre el estado de la Provincia de los religiosos camilos" de la Provincia Española, concluí con las siguientes palabras, citando a Joan Chittister, en su libro El fuego en estas cenizas, quien cuenta la siguiente historia:
Un peregrino recorría su camino, cuando cierto día pasó ante un hombre que parecía un monje y que estaba sentado en el campo. Cerca de allí otros hombres trabajaban en un edificio de piedra.
- Pareces un monje, dijo el peregrino. - Lo soy, respondió el monje. - ¿Quiénes son estos que están trabajando en la abadía?
- Mis monjes, contestó. Yo soy el abad. - Es magnífico, contestó el peregrino, ver levantar un monasterio. - Lo estamos derribando, dijo el abad. - ¿Derribándolo?, exclamó el peregrino, ¿por qué? - Para poder ver salir el sol cada mañana, respondió el abad.
La diferencia entre esta narración y la actual situación de la vida consagrada, dice el autor, es que no somos nosotros los que hemos derribado el edificio, sino que han sido un conjunto de acontecimientos de fuera y de dentro de la Iglesia, los que lo están destruyendo. Nosotros tenemos dos opciones. O levantar el edificio –si podemos- de nuevo y volver a reconstruir la vida religiosa de cristiandad de siglos pasados, o aceptar esta realidad dolorosa como una oportunidad, un kairós, para ver salir el sol cada mañana, para poder vivir una vida religiosa mística y profética, bajo el soplo creador del Espíritu de Jesús.
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