La expresión del psiquiatra Ronald Laing diciendo que “la vida es una enfermedad de transmisión sexual con una tasa de mortalidad del 100%”, más allá de sus múltiples provocaciones y paradojas, nos presenta una gran verdad: por más que conjugáramos y ganáramos terreno en el curar, todo tendría un límite, que nos viene impuesto por la inexorabilidad de la muerte.
El objetivo de la medicina, decía Hipócrates en Sobre el arte, es disminuir la violencia de las enfermedades y evitar el sufrimiento a los enfermos, absteniéndose de tocar a aquellos en quienes el mal es más fuerte y están situados más allá de los recursos del arte. Este modo de ver la misma medicina evoca el desafío de no reducir el fin de la medicina a la conjugación del verbo curar.
Bien sabemos la importancia de prevenir, rehabilitar, paliar, como verbos complementarios del verbo curar, o vinculados inevitablemente entre ellos. Así sucede también con el concepto de cuidar. No es exactamente la alternativa al curar, lo que se hace cuando ya no se puede curar. En el fondo, curar es una forma de cuidar. Cuidar a las personas abre paso al deseo de ayudarlas a curarse, realizando los procesos que contribuyen a que se haga realidad: diagnosticar, prescribir, intervenir, provocar adherencia, evaluar, pronosticar…
Hace ya algunos años, la profesión enfermera tuvo que plantearse la necesidad de identificar un contenido propio para su disciplina de tal modo que se distinguiera con claridad del campo competencial de otros profesionales sanitarios. Tenía que quedar claro, ya para siempre, que la enfermera no era un técnico ni un ayudante al servicio de otros, sino que era parte integrante de una profesión al servicio de la sociedad. Ni dependía de otros ni, menos aún, debía aspirar a ser una especie de “médico en pequeñito”. De este modo daba comienzo, una nueva era que estableció su centro de gravedad en el “cuidar”, para distinguirlo claramente del “curar”. Y, por aquella razón —tal vez excesivamente forzada— quedó como inscrito en el frontispicio de esta profesión esta idea: “los médicos curan, las enfermeras cuidan”.
Hoy, más bien, tendríamos que describir las profesiones que buscan la curación en primera instancia, como una forma de cuidado, entre tantas muchas.
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