El amor es más fuerte que la de la muerte. Y esperar en la resurrección no es más que abandonarse al reconocimiento (no a la demostración) de que el amor reclama eternidad.
Creer en la resurrección es apostar y comprometerse porque la vida y el amor digan siempre una palabra más fuerte que el sufrimiento y la muerte.
Entender así la resurrección es también un compromiso comunitario de fe, de trabajo por el amor y la justicia, porque Dios y su palabra (Jesús) constituyan buena noticia de amor para toda la humanidad.
Por eso, hoy me nace del corazón esta oración: “Danos hoy nuestra dosis de resurrección cotidiana”.
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