El mercado sabe de sus leyes. Y aprovecha lo que hay. Quizás Goleman lo llamaría analfabetismo emocional. Se trata de una dificultad para gestionar el dinamismo de la espera, de la paciencia, de la frustración, conviviendo con ella.
¡Que viene la Navidad! Allá van luces y atractivos para vender. Aprovechando a tope. Y llegará la Navidad y tendremos dificultad para celebrar con indicadores celebrativos: luces, colores, canciones, regalos, reuniones, ritos…
Todo era para celebrar, pero estará consumido en el previo. Los indicadores ya no indicarán presencia, y se generará vacío. Existencial. De ese al que se refería Vicktor Frankl: neurosis dominguera, dificultad para gestionar un vacío por haber consumido antes lo que no tocaba todavía.
¡Que viene la Navidad! Pues que venga. Vamos a disfrutar del ad-viento, con equilibrio, con espera, con paciencia, con sabiduría. Y cuando llegue: pues a celebrar. Sobre todo, lo que tiene que ver con la empatía de Dios, con la Encarnación, con el nacimiento de Jesús de Nazaret, el gran humanizador del mundo.
VOLVER