Me conecto con Madrid y cordialmente me saluda José Carlos Bermejo, Director del Centro Asistencial y de Humanización de la Salud San Camilo. Es un religioso camiliano español que se aventuró a dialogar cara a cara en la cárcel con cuatro abusadores sexuales de niños y jóvenes. Una experiencia límite que lo abrió a una nueva comprensión de las dinámicas perversas que posibilitan estos crímenes aberrantes, pero que también le reveló el sufrimiento de los propios perpetradores, así como el de las otras víctimas: sus propias familias y amigos.
Junto a la psicóloga Marta Villacieros, Bermejo documentó sus conclusiones en el libro Doble Drama. Humanizar los rostros de la pederastia, una obra que no tuvo ningún éxito editorial. “La gente no quiere saber de esto”, asegura el autor, pero hace hincapié en que para prevenir y sanar es imprescindible mirar todas las dimensiones de este fenómeno nefasto. Eso sí, insiste de principio a fin en su relato que jamás se puede “justificar ni quitar importancia al delito de pederastia. No. La pederastia es un delito condenable, rechazable y deleznable, es más, faltan palabras para describir los sentimientos que se generan ante esta realidad en el sentir de cualquier persona”.
El religioso ha realizado cientos de entrevistas, tal vez miles. Ha visitado cárceles en la búsqueda de nuevos testimonios para acoger y humanizar diversas realidades que se esconden tras las rejas. Pero ahora es él quien recibe y contesta nuestras preguntas para analizar desde otra perspectiva los casos de abusos sexuales contra niños, niñas y adolescentes. Un doble golpe a la inocencia y al alma que hoy remece a la Iglesia Católica en Chile y el mundo.
¿Qué lo motivó hace seis años a hacer este estudio sobre la pederastia y a encontrarse personalmente con los abusadores? ¿Cuál es su reflexión hoy?
Tenía, y tengo, pasión por comprender a las personas. Quería saber algo de lo que lleva a cometer este delito tan terrible. Deseaba conocer la versión de los perpetradores de este terrible mal. Sospechaba que también los abusadores tendrían su mundo de sufrimiento, además de las víctimas. Y así lo descubrí. El abusador también tiene familia, como padres, hermanos, pareja, hijos. A veces abuelos. Y ellos también son víctimas de este terrible mal. Estos familiares también sufren. Como sufren los mismos abusadores. Salvo rara excepción de rasgos psicópatas, las personas que han cometido estos delitos, han sufrido y sufren... ¿Por qué cree que este libro no tuvo el éxito de ventas esperado? Habiendo escrito una cincuentena de libros, algunos con más de 15 ediciones, me pregunto por qué este libro no alcanzó la segunda edición. Lo que encuentro, desde mi experiencia, es que la gente no quiere saber de esto, más allá de la noticia que afecta a los demás, a las víctimas y culpables. Siento pena. Desearía que todos quisiéramos conocer y comprender más para poder luchar contra esta lacra y erradicarla totalmente. Necesitamos también conocimiento y diálogo con todos los afectados. Pero la prevención requiere no considerar el tema como tabú hasta que aparece una víctima. Por otro lado, está claro que en cualquier grupo, en cuanto se empieza a hablar de esto, lo normal es que entre los componentes del mismo haya alguna víctima y, en algún caso, algún victimario, lo cual puede dificultar un diálogo abierto sin expresiones que lo impidan. La aparente empatía que se cree construir cuando uno insulta a los victimarios, no construye un mundo de restauración. (Continuar leyendo la entrevista)VOLVER