En una entrevista a COPE recogida en Aleteia. Recordar a los ausentes y no esconder la lágrima que querría ser furtiva, puede ayudar a celebrar.
Navidad con ausencias (Amparo Latre Gorbe)De la Navidad me gusta todo. Empezando por lo que celebramos, siguiendo por la estética de estos días llenos de encuentros y terminando por las sorpresas y los regalos, que a cualquier edad hacen ilusión.
Las luces, la música… todo parece llevarte a la alegría y cuando esto sucede con cierta normalidad es perfecto. Pero cuando no es así ¿qué hacemos?
¿Qué pasa en las familias en las que, por lo que sea, alguien está triste o simplemente nostálgico porque en la mesa falta un ser querido?
Pues pasa que no deberíamos forzar la máquina, ni contenernos y que lo mejor es normalizar la tristeza en las celebraciones dejando que las emociones y los recuerdos fluyan, dedicándoles también un tiempo y un espacio.
En este sentido, he aprendido mucho de la última entrevista que he hecho a José Carlos Bermejo, Director del Centro de Humanización de la Salud de Madrid, en la que le preguntábamos por todo esto. Él nos decía con acierto que en estas celebraciones son frecuentes “las lágrimas furtivas” y que aunque asociemos celebración con alegría, también es un momento para recordar a aquellos que ya no están.
Pienso que es bonito que sea así.
Mi principal duda es cómo abordar la situación cuando hay niños. Este religioso camilo, experto en duelo y acompañamiento, siempre aconseja no dejarles al margen de las muestras de dolor de los adultos, porque la pena, la muerte o el dolor son parte de la vida. Es importante que tengan experiencia de ello desde pequeño. Y si además el testimonio que ven en los adultos es de serenidad, mucho mejor.
Del mismo modo que cuando hay un bebé en una casa, todos acudimos a atenderle si llora, cuando es un adulto al que se siente mal también es importante acompañarle. Y en este caso los más pequeños, que afortunadamente andan por la vida sin filtros a la hora de mostrar afecto, son una gran ayuda para ofrecer consuelo.
La Navidad es tiempo de celebrar muchas cosas, pero también de recordar a los que no están. No dejemos a nadie fuera de nuestra mesa, aunque eso implique que alguna lágrima se cuele en la sobremesa.
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