Cuando experimentamos la pérdida de un ser querido en primera persona, una de las cosas que más frecuentemente nos ocurren es preguntarnos interiormente si lo que nos pasa es normal. Todos hemos visto manifestaciones externas de dolor, pero cuando la experiencia es personal, cuando saboreamos los sentimientos personalmente y vivimos en la propia carne las sensaciones, nos surge la duda de si son normales. Son, eso sí, inevitablemente personales.
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