Aprendí la semana pasada que cuando una mujer de cierta tribu de Africa sabe que está embarazada, se interna en la selva con otras mujeres y juntas meditan hasta que aparece la canción del niño. Ellas saben que cada alma tiene su propia vibración que expresa su particularidad, unicidad y propósito. Las mujeres encuentran la canción, la entonan y cantan en voz alta. Luego retoman a la tribu y se la enseñan a todos los demás. Cuando nace el niño, la comunidad se junta y le canta su canción.
Luego, cuando el niño va a comenzar su casamiento, la persona escucha su canción en voz de su pueblo. Finalmente, cuando el alma va a irse de este mundo, la familia y amigos se acercan a su cama y del mismo modo que hicieron en su nacimiento, le cantan su canción para acompañarle en el viaje. En esta tribu, hay una ocasión más en la que los pobladores cantan la canción. Si en algún momento durante su vida, la persona comete un crimen o un acto social aberrante, se le lleva al centro del poblado y toda la gente de la comunidad forma un círculo a su alrededor. Entonces… le cantan su canción.
Creo que es necesario una buena formación para aprender a cantar la canción de cada persona también al final y en los momentos de crisis y necesidad de reconciliación. Estoy firmemente convencido de que un máster en counselling, un máster en duelo... son oportunidades estupendas para entrenarse en el arte del acompañamiento. Estamos a punto de empezar este curso académico en el Centro de Humanización de la Salud de Tres Cantos, Madrid. Más información en www.humanizar.es
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