El final de la vida suscita cuestionamientos éticos, especialmente a los protagonistas: los pacientes, los familiares, los profesionales de la salud. La promoción y el respeto de la dignidad intrínseca de todo ser humano, será siempre el referente de su afrontamiento.
Si bien es cierto que la tendencia espontánea nos lleva a centrar la atención en temáticas complejas desde el punto de vista ético, tales como la eutanasia, la sedación, etc., la mayor densidad ética que encontramos al final de la vida está en el seno de la ética del cuidar, en las actitudes con las que nos aproximamos al cuidado de la vida tan frágil como se muestra al final de la vida.
Estas son cuestiones de alta intensidad ética y de alta frecuencia, mientras que aquellos suelen ser problemas de alta complejidad y baja frecuencia. La humanización del final de la vida está reclamando una alfabetización ética en nuestra cultura, que incluya también la humanización de una sana cultura del morir.
La búsqueda de la dignidad en el cuidadoAlgunas propuestas recientes de aclaración terminológica nos ayudan a usar los términos con rigor para no confundir o meter en el mismo saco un homicidio por compasión con un respeto de la voluntad de un paciente de vivir dormido en situaciones en que los síntomas que producen displacer y sufrimiento no pueden ser controlados de otra manera.
Al fin y al cabo, la búsqueda de la dignidad en el cuidado al final de la vida es una tarea dialogal, puesto que la verdad se alumbra tímidamente en el encuentro interpersonal.
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