Nuestra condición de cuidadanos está pidiendo una sociedad más sensible al cuidado, más solidaria con quienes sufren soledad no deseada, más transformadora de la cultura individualista, hacia una cultura del encuentro y de la ayuda compasiva.
El radar compasivo encendido genera solidaridad y encuentro que alivia sufrimiento y da satisfacción. Una sociedad sin inteligencia compasiva no es una sociedad, porque el grado de humanidad se mide en la calidad y el tipo de cuidado que las personas brindan a sus semejantes frágiles.
Si la posibilidad de la compasión tiene su raíz neurológica en las neuronas espejo, la voluntad de activarlas y salir al paso de las necesidades de los que sufren, está en el tejado de la voluntad y de la altura ética de los individuos y colectivos.
Es hermoso ver cómo la compasión se educa, se induce, se contagia, como los valores, por ósmosis, se modula en su operatividad práctica y competente para las relaciones de ayuda.
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