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Autonomía y persona

Atención integral centrada en la persona. Así es como nos describimos y presentamos hoy en todos los espacios de cuidado de personas mayores y otros colectivos de fragilidad.

Y lo decimos todos. Al margen de que nos hayamos analizado, hayamos hecho programas de autoanálisis y hayamos promovido los cambios necesarios para poder decirlo con autoridad.

Cuando esta expresión se convierte en un modo de describirse, como para estar a la moda, sin transformaciones en los modelos de relación de ayuda, diseño de espacios, organización de los servicios… entonces se termina por decir superficialmente y casi exclusivamente que se trata de poner en primer lugar las expectativas y deseos de cada persona atendida, sus valores, sobre los que se insiste sin parar, que pueden ser distintos a los nuestros. Se trata de promover la autonomía de las personas.

Y yo me sonrojo. Porque muchas de estas veces, me parece un modo infantil, o, a lo mucho, adolescente, de pensar la autonomía. Para Kant habría consistido en obrar de tal manera que nuestra conducta pudiera ser propuesta como ley universal. Casi nada. Bien lejos de la descripción superficial de autoreferencialidad y libertad.

Para mí, se hace imprescindible explorar el significado del principio ético de la autonomía de las personas. Autonomía no es autosuficiencia. Autonomía no es autarquía o darse las normas uno a sí mismo exclusivamente. La autonomía es siempre circunstancial. La autonomía moral es siempre temporal y provisional, admite grados, y, por supuesto, es siempre relacional.

 

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