En los últimos años, en contextos de formación para humanizar la asistencia sanitaria, en espacios de formación para la relación, se insiste mucho en la importancia de la escucha activa, como traducción práctica de la actitud empática. En una sociedad de perversión alexitímica, de no poco analfabetismo emocional y espiritual, ¿qué será de la palabra? En tiempos de fe ilimitada en el poder de la gestión de la información en salud y de millenials ya profesionales, en la era no ya tecnológica, sino de la nanociencia y nanodimensión, ¿qué futuro le espera a la palabra en salud? En la sociedad del homo videns, que todo lo quiere en imagen o pequeña cápsula visual, ¿dónde queda el diálogo?
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