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Ética de la delicadeza

Hablamos mucho de cuidarse a sí mismo, en particular, en escenarios donde hay roles de cuidado a otras personas. Presentamos fácilmente, a modo de lema, la necesidad de cuidar el propio ánimo, el propio cuerpo, la gestión emocional, los valores, la dimensión espiritual, las relaciones, el ocio…

El cuidado es la cualidad esencial del ser humano. Es una forma de reconocer la identidad relacional, la vulnerabilidad y la necesidad recíproca. Llevar una vida interior rica, sin caer en el extremo del individualismo, abre las puertas a un autocuidado como expresión de una ética de la delicadeza.

La delicadeza para con uno mismo empieza por el cuidado de los pensamientos, poniendo las propias murallas espirituales ante los pensamientos que terminan haciendo sentir picazón del corazón, en palabras de Casiano, producciones obsesivas del espíritu.

Motiva, en cambio, cuidar y buscar las palabras que sanan, que estimulan, las relaciones no tóxicas sino motivadoras, que ayudan a significar con sentido, a sanar lo herido con ternura.

La delicadeza para con uno mismo, con frecuencia generará compasión –motivación- ante el sufrimiento ajeno, interés y diligencia para vivir en clave de solidaridad y sentido.

 

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