Tiempos digitales. Apnea de whatsapp, infoxicación, contaminación digital, fake news… Nos rodean lobos enfurecidos, con poder de encandilar a la masa haciéndose pasar por respuestas a necesidades imperiosas. Y, mientras tanto, soledad no deseada creciente, vagabundeo sin referentes de valor, crisis en las relaciones interpersonales, rupturas y duelos complicados en aumento.

Necesitamos escuchas. Sí, personas dispuestas al encuentro cuerpo a cuerpo, a vivir la narrativa que explora y discierne, que delibera y pondera, que significa y se empodera ante la propia biografía, ante el pasado y el crítico presente, con sabor a esperanza comprometida.

Un mundo sediento y hambriento de diálogo de calidad, de proximidad y complicidad de la mirada es posible. La escucha empática y compasiva es un camino de humanización. En todas las relaciones. Pero en la verdad anhelada y buscada, también necesitamos oficiantes de escucha, voluntarios bien preparados para esos Centros de Escucha existentes, milagros de humanización.

 

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