Somos muy vulnerables. Y esto nos une. Mucho más que el reclamo de la autonomía individual, puesta en un pedestal en un momento de exaltación del individuo, con sus preferencias.
La vulnerabilidad nos abre a la necesidad de los demás, es fundamento de la humanización. Los discursos que ensalzan y repiten que la referencia última es la autonomía de las personas, se olvidan de la interdependencia que nos hace ser. Después de la pandemia, o tocados por ella, podríamos aprender y moderar nuestros discursos, reconociendo que en la vulnerabilidad es donde necesitamos radicalmente ser humanos para cuidar la vida y promover la salud.
Siento que muchos profesionales de la sanidad se sienten un poco perdidos al escuchar discursos sobre la autonomía, sin saber cómo traducirlo en la práctica. ¿Cómo se humaniza? ¿Solo es cordialidad o empatía? Humanizar es cuidar en la vulnerabilidad, y mucho más en la fragilidad, cuando esta aumenta la posibilidad de no vivir con sentido, con gusto, con salud suficiente, incluso el morir.
Lo que es pasado debería ser prólogo de un nuevo futuro consistente. La humanización podría tener un futuro por este camino: cuidar en la vulnerabilidad, atender en la fragilidad, diagnosticándola y saliendo al paso con relaciones de ayuda que honren la dignidad que, justamente se hace hermana de la vulnerabilidad humana.
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