"¿De qué sirve que un niño sepa colocar Neptuno en el universo, si no sabe dónde poner su tristeza o su rabia?", decía el escritor José María Toro.
Y añado: ¿de qué sirve saber colocar los sentimientos, si no hay valores de referencia? Necesitamos urgentemente promover estilos relacionales, acompañamientos en el sufrimiento, que recuperen el deseo de orientar la vida, afrontar las dificultades... a partir de los valores que, hechos vivos, encarnados, hacen una vida feliz (también emocionalmente).
Asistimos a un tiempo delicado. Definir como puerto de llegada el bienestar emocional, nos puede dejar a la deriva, paradójicamente. La brújula ha de estar en manos de quien tiene norte, de quien sabe definirlo, no solo de quien gestiona serenamente la tormenta emocional.
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