Sea como sea, los grupos humanos tienen referentes éticos que conforman claves de valor colectivo. Es difícil que un grupo humano que se constituyó para humanizar el cuidado de la vida frágil, de la vida de quien sufre, de quien está al final, dé un cambio radical y acepte que entre sus programas y servicios figure quitar la vida a otra persona como una práctica más.
Sagrado respeto al ser humano que sufre. Y por eso mismo, arranca la compasión que, al servicio del sufriente, se traduce en acompañamiento, alivio, paliación, curación, empeño en rehabilitación, presencia de sentido…
De hecho, de que las instituciones de buscan construir un mundo más humano han practicado o aceptado la licitud de quitar la vida a algunas personas, han corregido al darse cuenta de semejante barbaridad. No se puede matar. Y menos en casa propia, en casa del cuidar.
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