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Un viejo verbo: El verbo empoderar

Quizás se ha quedado viejo, realmente, y el objetivo de empoderar, debería dar paso al de entablar una alianza terapéutica: cosa de dos. Empoderar es un antiguo verbo español que el diccionario académico recoge como equivalente anticuado de apoderar. El nuevo significado que se le da, y que aparece ya en el Diccionario panhispánico de dudas, es “conceder poder a un colectivo desfavorecido social o económicamente para que, mediante su autogestión, mejore sus condiciones de vida”.

En su uso en contextos de humanización, el empleo de empoderar y empoderamiento, que comenzó en el ámbito de la sociología política, es cada vez más extenso, y evoca uno de los significados centrales de lo que tendemos por relación de ayuda: acompañar a que el otro se haga responsable de su vida, de sus recursos y sus límites, los afronte reforzando –mediante la relación- su propia capacidad de autogestión o de vivir sanamente lo que no se puede cambiar.

Empoderar hacer referencia a la necesidad de que las personas tienen de fortalecer sus capacidades de controlar su propia vida. También puede ser interpretado el empoderamiento como un proceso político en el que se garantizan los derechos humanos y justicia social a un grupo marginado de la sociedad. Solo se logra un cambio significativo en el desarrollo de una persona que sufre si se cuestionan directamente los patrones de poder existentes. En la línea opuesta del empoderamiento estaría el fatalismo o el victimismo.

Se dice que empoderando disminuye el sufrimiento: reforzando la sensación de control. Así promovemos la responsabilidad, es decir, la capacidad que cada individuo tiene de dar una respuesta personal, también en la adversidad.

Según este enfoque, la persona tiene un rol activo y puede actuar en cualquier situación de crisis personal, relacional, impuesta por la naturaleza o por la condición humana. Esta noción rompe con la idea de que el individuo es un ser pasivo de la recepción de ayuda y pasa a convertirse en un actor legítimo.

La responsabilidad personal del otro promovida mediante el empoderamiento se incentiva cuando se fomentan la autoconfianza, la seguridad en sí mismo y la asertividad. La conciencia de tener que dar una respuesta personal ante la adversidad y de tener poder para ello, confiere autoridad para tomar decisiones, realizar cambios y resolver problemas, y la capacidad de organizarse con otras personas para alcanzar una meta común.

No todas las personas desean empoderarse, tomar las riendas del tren de su propia vida. Las hay que son capaces de decir que no tienen la energía suficiente para hacer nada más que lo que le digan: “lo que usted diga, doctor”; “dígame qué tengo que hacer para salir de ésta”…

El empoderamiento se ha convertido en el paradigma de las teorías del desarrollo que apuesta por el otro, que no victimiza ni deja de creer en las posibilidades escondidas que alberga en algún rincón y están esperando ser suscitadas, estimuladas. Este concepto ha permitido que los individuos y sociedades que hasta ahora estaban marginados de la toma de decisiones sean eje central de las intervenciones. Sin embargo, hay obstáculos para que sea clave para el ejercicio del liderazgo, del acompañamiento, de las relaciones de ayuda… que son escenarios donde cabría esperar esta dinámica relacional.

Dirán algunos que ser responsable no se improvisa, que algunas personas no fueron educadas a alcanzar la capacidad de ser independientes (o sanamente interdependientes) para valerse por sí mismas, para tomar decisiones y hacer uso de la libertad desde el conocimiento de sus posibilidades.

En todo caso, yo me pregunto si lo que toca, para humanizar las relaciones en salud, es empoderar o entablar relaciones de alianza terapéutica.

 

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