Por si a alguien le queda duda sobre el poder de la palabra, y sobre la necesidad de formarse en el uso de la palabra, citamos un interesante texto de Platón.

Dice Gorgias a Sócrates: “Si tú supieses todo, Sócrates, verías que la retórica engloba en sí y tiene bajo su dominio todas las potencias. Voy a darte buena prueba de ello. Me ha ocurrido muchas veces acompañar a mi hermano o a otros médicos a la casa de algún enfermo que rehusaba un medicamento o no quería dejarse operar por el hierro y el fuego, y cuando las exhortaciones del médico eran impotentes, yo persuadía al enfermo, sin otro arte que la retórica. Que un retórico y un médico vayan juntos a la ciudad que tú quieras: si se emprende una discusión en la asamblea del pueblo o en una reunión cualquiera para decidir cuál de los dos será elegido como médico, yo afirmo que el médico desaparecerá, y que el orador será preferido, si así le place”.

Y así es, hay profesionales que, no teniendo fuerza en sí, ni en su palabra, usan las dinámicas de la fuerza, del chismorreo, del mobbing, de la lucha contra los jefes, con tal de hacerse un espacio que, en ocasiones, parece más una secta que un equipo. De ahí que la madurez humana sea un requisito para la humanización del trabajo y, cómo no, para la felicidad de los individuos y de los integrantes de los equipos e instituciones.

 

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