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Residencias, paliativos y pandemia

Un ojo particular se ha dirigido a las Residencias de mayores, domicilios colectivos de miles de personas en España. Frágiles, muy frágiles, tanto que un huracán como el que está suponiendo la pandemia, se lleva por delante sin misericordia a muchas personas que, si viven en ellas, es porque las necesitan, fundamentalmente.

En las Residencias se concentra la fragilidad y también la vulnerabilidad. En ellas, se promueve una cultura que evite el encarnizamiento técnico, diagnóstico e interventivo. No solo son lugares con recursos limitados, que podrían mejorar con una atención sanitaria superior, fruto de políticas sociosanitarias más justas. Son también lugares de paliación.

La cultura paliativa no está reservada a las Unidades especializadas en situaciones de terminalidad compleja. No es solo para esas pocas camas hospitalarias o esos pocos equipos de atención paliativa domiciliar. La cultura paliativa ha de impregnar también el ámbito residencial, donde se ha de equilibrar justamente la toma de decisiones sobre el uso de recursos siempre limitados, para promover un buen vivir y un buen vivir el final. En tiempos de mucha presión asistencial, la paliación también debe entrar en el discernimiento sobre dónde comienza su línea. Como todo tipo de planteamiento en salud, se convierte en un desafío ético de primer orden.

En el mundo, en todo caso, la paliación brilla por su ausencia. Se estima que anualmente 40 millones de personas necesitan cuidados paliativos; el 78% de ellas viven en países de ingreso bajo e ingreso mediano. Actualmente, a nivel mundial, según la OMS, tan solo un 14% de las personas que necesitan asistencia paliativa la reciben. Una reglamentación excesivamente restrictiva de la morfina y otros medicamentos paliativos esenciales fiscalizados priva de acceso a medios adecuados de alivio del dolor y cuidados paliativos. La falta de formación y de concienciación sobre los cuidados paliativos por parte de los profesionales de la salud es un obstáculo importante a los programas de mejoramiento del acceso a esos cuidados.

La necesidad mundial de cuidados paliativos seguirá aumentando como consecuencia de la creciente carga que representa el proceso de envejecimiento de la población.

Una mirada humanizadora y global, debería hacernos conscientes del deber, más que de demonizar las Residencias de mayores, de promover una mirada amable, que confronte, sí, pero que apoye el camino hacia su humanización también por el crecimiento de la cultura paliativa. Cuidar bien, aliviar síntomas, acompañar al final, atender a la multidimensionalidad del ser humano.

 

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