Con la palabra el ser humano supera a los animales, pero con el silencio se supera a sí mismo, entra en contacto consigo mismo y con los demás. La escucha puede ayudar a transformarnos a nosotros mismos y a los demás. El silencio interior causa milagros y la escucha de toda la realidad puede hacernos vivir de un modo nuevo.
«Hay muchas personas que viven como muertas y pueden resucitar si alguien las acompaña en el proceso. Con la escucha y sus momentos mágicos se producen resurrecciones maravillosas... La escucha libera de la soledad emocional en la que nos morimos cuando no somos capaces de compartir lo que atenaza nuestro corazón.
La escucha ilumina los oscuros senderos que hemos construido con nuestros pensamientos irracionales, dando con ellos alimento a los sentimientos que tanto nos hacen sufrir secretamente. La escucha ensancha los pulmones a quien se ahogaba en su propia respiración contenida. La escucha relaja los músculos de la rigidez de lógicas que no nos dan paz en el alma. La escucha es esa linterna que permite iluminar la piedra en la que se puede caer o en la que se ha caído y que se quiere retirar del camino. La escucha es ese ungüento que alivia las durezas generadas con el tiempo en zonas no acariciadas. La escucha es ese aceite que engrasa el mecanismo de la relación cuando se siente vergüenza por la propia historia. La escucha es ese pincel que vuelve a dar color al cuadro de la propia vida, que se había vuelto blanco y negro. La escucha es esa varita que da el toque de magia entre dos personas que son capaces de encontrarse íntimamente y generar salud».
Carl Rogers, Psicólogo estadounidense, iniciador, junto a Abraham Maslow, del enfoque humanista en psicología, decía: «Si un ser humano te escucha, estás salvado como persona». La escucha es el arte de ejercer la humildad en relación con el propio criterio o percepción del otro, la posibilidad de descubrir algo nuevo, de poner luz en algo tenebroso, de nacer o renacer en el otro, para el que podemos volver al ser o empezar a ser alguien».
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