Contemplo con gusto la cantidad de iniciativas que pretenden promover la humanización de la asistencia sanitaria. Todas contienen contenidos y propuestas de acercamiento del ser al deber ser, de lo logrado a lo utópico, de búsqueda de la excelencia, o mejor aún, de la justicia y el respeto por la dignidad humana que emerge de la vulnerabilidad radical que nos define.

Pero algunas merecen ser honradas. Si apoyo y reconozco los planes de humanización que han surgido en España, a nivel estatal y autonómico, aprecio más aún aquellos que han nacido en países que están aún en vías de mayor desarrollo deseable. Es el caso de El Salvador. He visto con gusto cómo el Seguro Social se empeña en traducir en vida cuanto puedan para humanizar.

Actividades de capacitación para sus profesionales, sí. No es poco. Pero se empeñan en transformar sus programas y servicios, en hacer más hospitalarios y entrañables sus hospitales, en introducir los cuidados paliativos como clave al final de la vida. Lidera la actual directora, Dra. Mónica Ayala, con su equipo en Recursos Humanos. No es fácil encontrar liderazgos semejantes, proclamando sin pudor y sin parar que es posible poner “más corazón en las manos” y “pensar con el corazón”. La escucho con agrado y admiro su pasión por conjugar este verbo en el querido País de El Salvador. Porque no es tan frecuente que los altos directivos “estén puestos” en la envergadura del verbo humanizar.

 

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