El documento final del Sínodo sobre la sinodalidad muestra con reiterada insistencia, el valor de la escucha. Lo hace planteándose incluso la oportunidad de constituir un “ministerio de la escucha”, es decir, darle a esta un rango que adquiera suficiente cuerpo como para nombrar personas expertas, enviadas, formadas, supervisadas, coordinadas, de tal manera que estén al alcance de los que más sufren.
Hacerlo en la Iglesia sería, ciertamente, como el mismo sínodo dice, una forma profética de subrayar la importancia de la escucha y del acompañamiento en comunidad.
Aprender a escuchar es entregarse a la sorpresa y al asombro de lo que el otro tiene en su interior. La escucha es fármaco en el sufrimiento.
El mundo del counselling humanista ayudará a delinear este camino, dotándolo de contenido teórico, evidencia propia de la investigación, estrategias pedagógicas docentes y de supervisión suficiente para hacer que, efectivamente, la escucha despliegue su poder sanador.
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