“El pan de los pobres” es la esperanza. Así decían nuestros mayores. Alimenta. La esperanza da fuerza, es un agarradero, un ancla.
Sin esperanza, vamos a la deriva, no sabemos quiénes somos, hemos olvidado lo recibido, hemos borrado el pasado.
La esperanza tiene de presente, de dinamismo que empuja, mueve, da sentido; pero tiene de memoria del pasado, memoria agradecida de lo vivido, lo recibido, lo superado, los momentos difíciles que no terminaron con nosotros. Tiene de futuro, porque hacia él se proyecta, en él se visualiza la realización de lo anhelado. Pero, sobre todo, tiene de presente atareado y caracterizado por una dinámica de inconformismo, de no resignación, de sana indignación y búsqueda.
La esperanza es para el presente. Es pan que alimenta.
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