Es el símbolo universal de la esperanza: el ancla. El ancla era considerada la última salvaguarda del marino en la tempestad, por lo cual se la asociaba con la esperanza, que queda como sostén ante las dificultades de la vida. En las civilizaciones griega y romana simbolizaba asimismo el conflicto de la tierra y el agua, de lo sólido y lo líquido. Así, se la encuentra en algunas monedas griegas y romanas.
El ancla simboliza también la parte estable del ser humano, aquello que permite guardar una lucidez calma ante la oleada de sensaciones y sentimientos. Puede ser también una barrera o un retardo: eso es lo que significa cuando, ligada el ancla a un delfín (símbolo de fortaleza y velocidad), aparece como ilustración de la divisa del emperador César Augusto: Festina lente (Apresúrate lentamente), lema que más tarde acuñaron los emperadores Tito y Domiciano.
En tiempos de crisis de coronavirus, coger de la mano, besarse, abrazarse, acariciarse, abrazarse han sido una prohibición o una imposibilidad. Habremos de encontrar las claves para poder apoyarnos, en eso que tiene de contacto físico. Quizás es tiempo propicio para seguir explorando lo que significa consolarse con las palabras.
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