Era joven cuando empecé a oír y asistir a acciones formativas sobre relación de ayuda. En el mundo de enfermería, más tarde en medicina, trabajo social, psicología… se quería ayudar a las personas a desarrollar sus habilidades relacionales para acompañar a otros en situación de sufrimiento.
Pocos años después, tímidamente, se comenzaba a hablar de counselling en España. A la sombra de la psicología humanista, tirando aquí y allá de la herencia de Carl Rogers y su mirada positiva a la persona, así como el empeño por afirmar el poder de la autenticidad y la empatía en las relaciones de ayuda.
Hoy estamos aún en mantillas en nuestro País. No falta quienes querrían que el counselling fuera una profesión. Tampoco quienes tememos que hagamos pseudo-psicólogos de bajo nivel. Pero cada vez somos más quienes nos empeñamos en que los que profesionalmente trabajamos con fragilidad y sufrimiento, apostemos por la formación en competencias relacionales, emocionales, éticas, espirituales y culturales. El counselling nos viene al pelo para este objetivo.
Y nos podemos formar en España en varios lugares, con uno u otro énfasis. El Centro de Humanización que dirijo, trabaja con empeño en acompañar a estas personas que se apasionan por desarrollar su profesión con el corazón en las manos, con el corazón pensante, como sanadores heridos.
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