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Trabajar bien y feliz

Autor: José Carlos Bermejo Higuera

Año publicación: 2000

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Mi jefe, cuando abre la boca, pierde un cliente, me decía el otro día una interesante mujer que, al parecer, tenía buenas capacidades de entrar en comunicación con los demás, de escuchar, de ponerse en el lugar de los demás  y comprender sus expectativas, deseos, necesidades y sentimientos. Mi jefe sabe mucho –añadía-, pero no sabe ni dirigir la empresa ni representarla; menos mal que estamos nosotros –se refería a otros miembros del equipo- que lo escondemos.

Parece una situación extraña, pero interesante. En efecto, cada vez es más difícil trabajar solo. Aun si el trabajo se realiza con los modernos medios informáticos que permiten hacerlo a distancia, en todo caso, mediante el trabajo se forman y se tejen verdaderas redes de relaciones de interdependencia.

Habilidades blandas para el trabajo

Cada vez más, por el mismo motivo, se exigen las así llamadas habilidades blandas como parte del perfil de los profesionales, es decir, las capacidades más humanas y más relacionadas con la relación y la comunicación interpersonal, esas que al parecer no tenía aquél jefe.

Cualquier empresa que necesite trabajadores, a la hora de elegir, preferirá sin dudar aquellos que, en igualdad de competencia técnica, tengan más facilidad para relacionarse con los demás, para trabajar en equipo, para comprenderse a sí mismos y a los demás, para afrontar conflictos y manejar sentimientos. En el fondo, cada vez somos más conscientes de la importancia de la inteligencia emocional como ingrediente del perfil de un buen trabajador.

No son tanto habilidades especiales para encontrar las dimensión estética o intelectual como objeto del trabajo, que supera aquella dimensión que lo reduciría a la producción de bienes de consumo para satisfacer las necesidades básicas. Se trata de aquellas capacidades que desplegamos en los diferentes roles que asumimos tanto en el trabajo manual como en aquel que responde a la ley de la belleza o de la inteligencia, más que a la ley de la necesidad.

En el trabajo en equipo se generan relaciones que influyen no sólo en la producción, sino también en el estado emocional de las personas y en su capacidad de realizarse como personas. La necesidad de sentirnos útiles, importantes, reconocidos, es satisfecha también en el ámbito laboral, no sólo en las unidades de convivencia. Son muchas, por otra parte, las horas que se pasan en el trabajo –naturalmente quien no tiene la desgracia de estar en el paro-. Por eso, también éste ha de ser un lugar de autorrealización y de  despliegue de lo mejor de uno mismo, así como de encuentro interpersonal y de realización de nuestro ser relacional.

El trabajo saludable: la motivación

El trabajo, en general, es tanto más saludable no sólo cuanto más seguro sea y más se respeten las normas de salubridad y de seguridad laboral y la justicia social, sino también cuanto más pueda participar el trabajador de la misión de la empresa u organización en la que se inserta.

Si bien muchas personas se programan a sí mismas los objetivos del trabajo porque se definen como autónomos, la mayoría dependen de otros que lo organizan y generan empresas y organizaciones donde muchos participan de la misión. Pues bien, en éstas, donde la mayoría de las personas trabajan, para que éste sea una experiencia saludable, se requiere que se den los así llamados "factores de higiene laboral" (sueldo, buen ambiente relacional con los iguales, entorno físico favorable...), factores que si no se dan, hacen que el trabaja­dor se sienta incómodo, como “sucio”.

Pero para que la persona viva sanamente en el trabajo, para que no abandone, para que no se produzca un elevado índice de absentismo laboral o una escasa producción (aunque sea de servicios), se requiere –además de los factores de “higiene laboral-, que la organización promueva los factores motivacionales intrínsecos, es decir aquellas condiciones que permiten a cada persona llevar a cabo la posibili­dad real de desempeñar la propia profesión, realizar las propias capacidades, desplegar las cualidades específicas, sentirse explícitamente reconocido, respetado por sus superiores, conocedor y participante de los logros obtenidos y, en la medida de lo posible, de la definición de los mismos objetivos. Y estos factores motivacionales se generan, sobre todo, mediante sanas relaciones interpersonales y gracias a la presencia en los integrantes de un grupo, de buenas capacidades de relación interpersonal y de ayuda en los momentos de necesidad.

El trabajo desde la fe

Es importante ser conscientes de que el trabajo no puede ser leído como un castigo, un sacrificio o un puro medio de supervivencia, sino una verdadera oportunidad de contribuir a construir el Reino.

La conciencia del objetivo último de cualquier actividad humana puede hacer que ésta sea no sólo fuente de satisfacción, sino también realización de los valores del Evangelio. Es conocido el modo como ilustra Claudel la diferencia de motivaciones y de conciencia ante lo que uno hace:

"Un día, un hombre entró en una cantera donde se estaba constuyendo y vio una fila personas que llevaban piedras. Todos hacían el mismo trabajo, convergían físicamente hacia el mismo intento, pero cada uno lo hacía con un estilo diferente.

De hecho, paró a uno y le preguntó: "¿Qué haces?" Y él le respondió: "¿No lo ves? Estoy llevando piedras?". Paró a otro y le dijo: "Y tú, qué haces?". "Estoy ganándome el pan para mis hijos". El tercero al que le dirigió la misma pregunta respondió que estaba construyendo la ciudad. Algún otro podría responder: "Estoy contribuyendo a la realización del Reino de Dios".

Muchas personas hacen todas la misma cosa, pero desde uno horizonte diferente."

El mismo Pablo VI, al hablar en la Evangelii Nuntiandi (nº 21) sobre la necesidad de testigos, más que de maestros, plantea la situación de aquel posible cristiano o grupo de cristianos que, en su comunidad humana manifiestan su capacidad de comprensión, de aceptación, su comunión de vida con los demás, su solidaridad en los esfuerzos de todos en cuanto existe de noble y bueno. Si tal persona o grupo, además, irradia de manera sencilla y espontánea los valores que van más allá de los valores corrientes, a través de este testimonio, sin palabras, estas personas se convierten en testigos y en verdaderos proclamadores silenciosos de la Buena Noticia y son, por tanto, verdaderos agentes evangelizadores. El testimonio, la presencia, la participación, la solidaridad, son los primeros y más importantes elementos de la evangelización.

Es cierto que no siempre existen las habilidades para trabajar en equipo, ni los factores motivacionales intrínsecos, ni la conciencia de poder construir el Reino en el propio trabajo. Es cierto que muchas condiciones son injustas y que mediante las relaciones que se instauran se puede generar mucho dolor. Es cierto que algunos viven para trabajar más que trabajar para vivir. Es cierto que no sólo el trabajo es fuente de valor, sino que también hay valor en la pasividad, en el dejarse querer y en la contemplación y el ocio. Por eso, para que se produzca salud y equilibrio en el ámbito del trabajo, se requiere salud en las relaciones consigo mismo y con los demás.

 

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