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Celos y salud

Autor: José Carlos Bermejo Higuera

Año publicación: 2001

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Después de algunos meses de acompañar a Rosa, enfermera, en el manejo de sus dificultades en el trabajo en equipo y en otras relaciones, finalmente ha descubierto que los celos y el querer están relacionados muy directamente con el pode y con la salud de las relaciones. Sólo afrontando el contenido de los celos podrá sanar las relaciones tanto en el equipo de trabajo como en sus relaciones familiares.

Tradicionalmente los celos se han relacionado con el amor, con la sospecha o inquietud de que la persona a la que se quiere cambie su cariño y lo deposite en otra.

En este sentido, los celos son una reacción normal de miedo que se experimenta ante la posibilidad presunta o real de perder a una persona cercana, que se dirige a otra. Son tan normales que se podría decir que existirán mientras haya reacciones emocionales entre las personas. Los motivos y las dimensiones dependen de muchos factores, de los valores sociales, de las experiencias individuales, de la estructura de la propia personalidad, de la cultura…

Celos y poder

Pero los celos tienen una relación estrecha con el poder y la posesión, tanto en el ámbito de la pareja y del amor como en el de los hermanos o en el ámbito de las relaciones de autoridad y de liderazgo o en el trabajo en equipo.

En el fondo, los celos aparecen cuando se añade a la desconfianza sobre la posesión o propiedad de una persona o rol, el miedo de que otra se apropie de ella o de él y se pierda la exclusiva o la significatividad y, con ello, el prestigio y el poder.

Si por una parte los celos existirán mientras existan relaciones, por otra constituyen una experiencia dolorosa y que puede hacer sufrir y minar los grupos de convivencia, de familiaridad o de trabajo, pudiendo venirse abajo servicios, programas y organizaciones enteras.

Como todo lo que tiene que ver con los sentimientos, constituye una parte “blanda” de las organizaciones, con repercusiones “duras” sobre las mismas y sobre sus productos. Así, por ejemplo, un servicio dentro de un hospital puede ofrecer una calidad mínima o anularse a sí mismo por relaciones minadas por los celos; un programa de intervención social puede desaparecer por celos dentro de sus animadores; una pareja puede fracasar por el mismo motivo; un grupo de hermanos pueden hacerse la vida imposible...

Y aún en el caso de que no se fracase, los celos constituyen un sentimiento doloroso capaz de desencadenar otros, o asociado a éstos como la envidia, el miedo, la inseguridad; todos ellos con connotación de displacer. Pueden llegar a ser como un gusano que termina echando a perder la fruta sana, como la carcoma que destruye un hermoso mueble. Una verdadera enfermedad relacional si no son bien manejados.

Por su misma naturaleza, los celos son difícilmente confesables. Es como el que mira por el agujero de una cerradura y descubre algo desagradable que revelarlo tendría más de autorrevelación de lo impropio de sí que lo descubierto afuera.

Celos y trabajo en grupo

Como ha mostrado José Antonio Marina en su Diccionario de sentimientos, celos y envidia no son lo mismo; y a veces se confunden. Se experimentan celos de lo que se posee, mientras que se experimenta envidia en relación a lo que no se posee.

El niño pequeño, por ejemplo, siente celos de su hermano menor porque piensa que va a arrebatarles algo que poseía: el cariño de sus padres. No son celos porque crea que su hermano va a dejar de quererles, sino miedo a que le haga sombra y quitarle el cariño de sus padres con que contaba.

Así también, dentro del adulto hay un niño pequeño que tiene miedo tanto de perder lo que posee (poder, prestigio, significatividad), como de que otro le haga sombra y pase a un segundo plano. Cuando esto sucede, nuestro niño interior lucha contra el que experimenta como contrincante, aunque sea irracional, y complica las relaciones interpersonales en los grupos. El gusano ha entrado en la manzana del grupo. La carcoma está minando la solidez de la madera. El grupo está enfermo.

En el fondo, la reacción contra alguien que hace sombra suele ser perversa. Se desencadena con frecuencia una tendencia a sobresalir, un deseo de ser preferido. Y para conseguirlo se intenta anular al que se percibe como contrincante. Normalmente el intento de anularlo, además de cruel, suele presentarse con características infantiles, irracionales y ridículas porque no suele tener fundamento, sino que es fruto del miedo a perder poder y relevancia. Santo Tomás explicaba que “el bien ajeno se juzga mal propio en cuanto aminora la propia gloria o la excelencia”.

Así, un grupo enfermo a causa de los celos y la envidia da poco fruto –si no se rompe del todo-, genera sufrimiento en sus miembros y produce pena y rabia al expectador, cuando no indignación por quedar anulado en su capacidad de desarrollar su función y satisfacer las necesidades de las personas para las que existe como tal grupo.

Sanar los celos

Si los celos son un sentimiento como otro cualquiera no deberíamos considerarlo como enfermedad. Sin embargo, el mal manejo de los celos en un grupo produce, efectivamente, tanto daño al mismo grupo y a su misión, que se requiere un proceso de sanación del modo como se encauzan.

La energía de los celos (como la de todo sentimiento), puede ser aprovechada si se explora lo que hay detrás, lo que los desencadena. Del autoconocimiento surgirá una mayor capacidad de mejorar las relaciones y de purificarlas allí donde estén coloreadas de desconfianza recíproca.

Porque, en el fondo, los celos hablan de desconfianza y de exceso de deseo de autoafirmación procedente de la mirada del otro. Sé que existo porque tú me miras, pero si concedo demasiado poder a tu mirada, perderla supondría perder mi identidad. No por nada su antónimo es la confianza. Pero no sólo la confianza en los demás, sino también en uno mismo.

Sanar las relaciones y los grupos donde los celos marcan la pauta, disminuir o anular el sufrimiento de sus miembros, pasa por la conquista o reconquista de la libertad. Especialmente de la libertad interior. Confiar en sí mismo al margen del éxito de otros miembros del grupo constituye un camino privilegiado para disminuir los efectos nocivos de los celos.

Alegrarse del bien ajeno produce numerosos frutos. Es más fácil crecer en prestigio (el sano) por el camino de la suma de los bienes de cada miembro del grupo que por la vía de la competitividad y de la destrucción del otro.

Los celos han den ser sanados cuando son mal manejados. Se sanan sobre todo con el diálogo entre los interesados sobre los estímulos que los desencadenan. Pero se requiere, en primer lugar, el coraje de nombrarlos y aceptar que nos habitan.

La mejor posibilidad de defenderse contra los celos es el desarrollo de una personalidad dotada de una autonomía y confianza cada vez mayor.

Ayudar a quien es víctima de los resultados enfermizos de los celos pasa por acompañar a nombrar cuanto hay detrás y reconquistar libertad y confianza en sí mismo y en los demás.

 

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