Cuidar tiene un precio, y no solo hablamos del económico, sino también del emocional. Los cuidadores enfrentan grandes riesgos, y el "síndrome del cuidador" o burn-out, identificado por Freudenberger en 1974, nos alerta sobre la necesidad de manejar adecuadamente la carga emocional y profesional. Sin embargo, hoy reconocemos también la "fatiga por compasión" y el "precio de la empatía", términos que reflejan los desafíos y el desgaste emocional que implica el cuidado. Pero no todo es negativo; hablamos también de la "satisfacción por compasión", un estado de bienestar que los cuidadores experimentan al brindar atención con ternura y buen humor.

 

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